Edimburgo es una ciudad de gran esplendor y atractivo, con una historia rica y una atmósfera única en Europa.
Cuando lleguéis al centro, ya a primera vista os dejará sin aliento: de hecho, podréis admirar el castillo y la Old Town con sus callejuelas vertiginosas y sus estrechos callejones medievales aferrados a los restos de un tapón volcánico, que asoman sobre la New Town, la parte de la ciudad del setecientos con las casas georgianas, los jardines bien cuidados y una organización de las calles y plazas muy racional.
El alma gótica de Edimburgo con los edificios antiguos, cementerios lúgubres, callejuelas encrucijadas (closes) y las carreteras de cantos rodados, húmedas y resbaladizas, que de noche parecen salidas de una novela del Dottor Jekyll y Mr Hyde de Louis Stevenson, os transportarán al pasado y no os será difícil imaginar carrozas tiradas por caballos que suben por un nublado Royal Mile, la carretera principal del centro histórico con, precisamente, 1 milla de longitud.
Pero Edimburgo no sólo está unida a su historia y tradiciones, exquisitamente escocesas como la música, los tartán, los pub antiguos y la buena gastronomía del territorio, es también una ciudad rica de nuevos fermentos culturales, cosmopolita, refinada y que acoge las cocinas de todo el mundo.
Festival de excepción, naturaleza incontaminada, historia, cultura y gastronomía: en Edimburgo hay tantas cosas que vivir y admirar y te hace sentir tan bien, casi como si se estuviera en la propia casa, que ¡automáticamente te entran ganas de regresar!